-Qué increíble.

-¿Por qué? ¿No tiene derecho a seguir cantando?

-Claro que lo tiene...

-¿Y entonces?

-No sé, la edad... Ya está grande. Ochenta y cuatro pirulos, querido. Ocho-cuatro.

-Sinatra cantó hasta los 90.

El Tucu ha hecho esta afirmación sin el énfasis de lo verdadero, como al boleo, como quien tira un dato fuerte para saldar una discusión. Roque, que tiene más de eso que se llama cultura general, comprobado en los programas de preguntas y respuestas donde suele ser imbatible, se permite la duda.

-Me permito dudar -dice.

-¿De mí?

-De tu información -dice Roque y abre el celular. Luego va al buscador de la IA, tipea y luego lee en tono entre solemne y burlón: "Frank Sinatra cantó por última vez públicamente a los 79 años en un concierto de seis canciones en febrero de 1995, que se considera su retiro de los escenarios. Murió a los 82 años en 1998".

-Bueno, tal vez me traicionó la mala sangre que se hizo Palito con el propio Sinatra, ¿te acordás que casi se fundió cuando lo trajo a la Argentina?

-Casi no. Se fundió y luego volvió a salir adelante.

-Yo la última vez que lo vi actuar fue hará cosa de cinco años en el Independiente, y estaba hecho un pibe. Y por lo que dice ahí -y el Tucu señala el celular de Roque- ya entonces andaba por los ochenta años.

-¿Qué difícil debe ser, no? -cavila Roque, y llama a Malena, la moza, y le pide otro café.

-¿Qué cosa?

-Saber irse. El momento, como decía el Gordo Soriano, de bajarse del escenario antes de que el espectáculo se ponga patético.

-Vos decís eso porque hinchabas por Sandro, por eso decís eso -dice el Tucu con su aplanadora pasión por los lugares comunes.

-No entendés nada -dice Roque y ahí nomás suelta la apuesta, cuánta gente irá a verlo a Palito Ortega a la República de Villa Italia. Después, con cierta malicia supersticiosa deja caer el dato que faltaba-: Será el 13 de noviembre, un día no muy recomendable, te diré.

-Se va a poner a reventar, el Unión va a estar a reventar -dice el Tucu, inflado de optimismo, y lo que se están jugando ahora mismo en la sagrada apuesta es la ronda de café durante quince días seguidos, trato cerrado con un breve apretón de manos y con la moza como testigo.