Historias VOLVER

El Pata y La Diva de los Vestidos

Dice -pero no con nostalgia, más bien como una expresión de realismo puro- que le nombre uno, uno solo, enfatiza, uno y nada más que uno, de un ser que se acerque a la categoría del personaje del siglo pasado.

Dice y reitera que el desafío no tiene que ver con la sentencia de que todo tiempo pasado fue mejor, ni mucho menos. Que se trata de otra cosa. Por ejemplo, de demostrar que la muerte de los personajes está en relación directa con la muerte de la ficción, puesto que un personaje como el que ahora nombra -el Pata Prestifilipo- parecía haber salido de una matriz pueblerina pero novelesca. Dice, para explicarse, que esos personajes como el Pata (pero también Culito, Cachafaz, el Bicho Moro y tantos etcéteras) eran una consecuencia natural del pueblo que habitaban.

Dice que si el personaje como paradigma pintoresco y border se ha extinguido de las calles de la ciudad es porque precisamente la Ciudad ya no puede producirlos. Va al grano: si tuvimos esos personajes bifrontes, mitad loco lindos, mitad locos chapa, fue porque ese siglo, el veinte, los produjo. Que en cierta medida los necesitaba.

Dice que se acordó precisamente del Pata Prestifilipo por algo que vio ayer, mientras cruzaba por la vereda del extinto diario Nueva Era. Dice que vio la gran casona de la familia Filipini-Cabral que desde hacía tiempo estaba en alquiler, ya en proceso de vuelta a la vida. Que seguramente alguien la alquiló y que ya no podremos observar, dice y sonríe con esa mueca cínica que a veces se le pinta en la cara, que ya no podremos observar, dice, a la última familia tradicional de la ciudad cuyo personal doméstico era vestido por la patronal con el atuendo de la servidumbre. El uniforme.

Dice que el Pata Prestifilipo tuvo durante muchos años el reparto de la Nueva Era. Que hacía el aguante de la salida del diario en el Bar Tito, o frente al Bar Ideal, tirado en un banco de la plaza, tal como lo supo retratar el fotógrafo Horacio Bechi. Dice que si lo pensamos bien hay cierta sincronía entre los muy pobres y los muy ricos: se fueron todos, casi, al mismo tiempo.

Dice, antes de irse, que le diga de un solo personaje actual. Dice que, aunque me esfuerce, ninguno vendrá a mi mente. Que ya no existen. Que hoy sólo hay personas, que la ficción ha muerto, que ningún relato puede crear o reinventar la desmesura de aquella gente. Dice que tal cuestión no está ni bien ni mal: ocurre, es.

Dice, para terminar, que todos somos los hijos de una época. Dice que su mejor época fueron los años 90, que trabajó de disc-jockey en boliches y cena-shows, esas fiestas donde centenares de personas iban a ver si se sacaban el auto cero kilómetro del premio. Dice que el último personaje border de la ciudad (que no fue Maracho, aclara) entró totalmente mamado a una de esas cenas-shows que él estaba musicalizando en el salón de la Cámara Empresaria. Que no sabe cómo, el mamado vio que una conocida señora de la alta sociedad lugareña entró en la historia de esa fiesta por ir al baño para cambiarse cuatro veces el vestido (¿la esponsoreaba alguna boutique?). Y que ese acto algo delirante era la comilona de las mujeres que cuchicheaban sus venenosos comentarios. Dice entonces que el Último Personaje, vaya a saber cómo y antes de ser retirado por la seguridad del evento, se acercó a la señora y le dijo a viva voz: "Oiga, doña. ¡Si quiere le presto el deshabillé de mi patrona!".

Dice que la anécdota con los años pasó de boca en boca. Que, con razón, algunos le dan el tinte de mito urbano. Dice que si le pago el café me cuenta quién era La Diva de los Vestidos y el Último Personaje.

APORTA TU PENSAMIENTO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Últimas noticias

Artículos

Zapatos

28/04/2021

leer mas

Historias

"Bon o Bon", a pedido

08/05/2021

leer mas