Historias desde el Bar El Ideal VOLVER
El Tucu dice que lo sabía: que si Estudiantes y Flamengo llegaban a la instancia de los penales iban a ganar los de Brasil.
-Tienen a Rossi en arco, gran atajador de penales -dice y llama a la camarera. Yamila ya sabe qué va a tomar él y Roque, pero por las dudas igual viene y pregunta. Lo que no sabe es que el Tucu, en un acto de muy infrecuente desprendimiento, invitará los dos cafés.
Roque sabe que el otro, en una operación un tanto sutil para la mortífera planicie mental que lo identifica, lo está gozando, casi silenciosamente, con ese gesto nomás: el de poner el nombre del arquero en la mesa y hacerse cargo de la cuenta. Porque Roque es de Boca y todo el universo boquense, anoche, habrá recordado otras noches donde Rossi lució sus mejores galas en el arte de evitar el fusilamiento a doce pasos.
-Te aclaro por la dudas que si me estás gozando, a Rossi le tenemos gratitud, por supuesto, pero también, como tantas otras cosas, forma parte del pasado.
El Tucu sonríe. De los pocillos sube un humo gris, apenas perceptible. Roque, además, está de acuerdo con el viejo axioma futbolero: penal bien pateado es gol. Ergo: el de Estudiantes, Benedetti, jugó un gran partido, tal vez fue la figura del partido, y al final terminó errando uno de los penales que lo dejaron al Pincha afuera de la Libertadores.
Entonces, para empezar a discutir desde temprano, el Tucu dice que esa ley no escrita es discutible. Que a veces, es cierto, el que patea lo hace mal, pero que otras veces el mérito es del arquero.
-Ya sabés: fuerza de piernas, intuición, estudio de los pateadores. El arquero es el puesto de los boludos, como decía el Loco Gatti, pero los penales fueron hechos para su redención.
-Tal vez -dice Roque, y por esas cosas de la edad -tengamos en cuenta que son dos hombres que entre ambos suman 120 años- su mente ha tomado la deriva del recuerdo. Y más precisamente: de otro penal pero al que han vivido en el mismo lugar, el bar que los cobija este viernes destemplado.
-¿Te acordás? -dice Roque y apunta a la pared que da a la Plaza Independencia, en mitad del salón, tres metros en lo alto-. Ahí estaba el televisor. No sé cuántas pulgadas tenía, era el más grande que había podido comprar el Tío Caliyuri. Nosotros en la mesa del medio, lo más cerca posible, el Ideal reventando de gente. En la pantalla un penal decisivo. Fillol bajo los tres palos del arco de la selección; el polaco Deyna a punto de ejecutarlo. Era un penal que nos ponía en el abismo del Mundial 78. Arrancó el polaco y todos supimos que el Pato lo haría, que se iba a tirar sobre la izquierda para ponerle las manos a la pelota. Y lo atajó nomás.
-¿Cómo no me voy a acordar? -bruscamente el Tucu parece subsumido en una melancolía irremontable.
Roque dice que esa noche nadie se preguntó si Deyna lo pateó bien o mal, que lo importante es que Fillol lo atajó, y que lo gritó todo el Ideal, incluso con más efusividad que los goles de Kempes. El Tucu sale del abismo a donde lo llevó el recuerdo y le dice que sí a su amigo, que tiene razón, y luego queda un tanto perplejo cuando Roque abre el celular, entra a Twitter y lee un tuit del Pato Fillol, un tuit que publicó ayer y que dice así:
Ubaldo Fillol@ubaldofillol
Tomé la decisión de terminar el colegio secundario, algo que tenía pendiente desde hace años. Nunca es tarde para intentar seguir progresando en la vida.
Muchas gracias a todos por el apoyo y el aguante.
Abrazo de palo a palo.
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