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Historias desde el Bar Ideal: El poeta y Judas

-¿Te parece que puede andar?

El tipo tiene un aire lánguido, como si todo le importara poco. Cuarentón, la camisa arrugada, el pelo revuelto. Ha dicho, apenas se sentó, que es poeta pero que no está pensando en su obra para dar el salto a lo público. Lo que está pensando es cómo conciliar sus urgencias económicas con la poesía.

-Es que eso yo ya lo vi en alguna parte -le digo.

-Claro, en una película de Subiela.

-Exacto. No me acuerdo el título, pero bueno, no importa. Era un tipo que entraba al banco, se acercaba a la cajera, y le decía un poema. Luego estiraba la mano, como un mendigo, y pedía la moneda...

-El aporte, la contribución...

-Más que un aporte parecía que pedía una limosna.

El tipo se revuelve algo incómodo en la silla. Parece apurado, como si tuviera que tomar una decisión ahora mismo. Le pido más detalles.

-Simple. Me paro en el semáforo, acá en Pinto y Rodríguez.

-¿De qué lado? -lo interrumpo.

-¿Importa eso? ¿Estarán más propensos a escuchar poesías los que vienen de Pinto que los que vienen de Rodríguez?

Me encojo de hombros. El tipo sigue la cantinela.

-Me paro en el semáforo y cuando se pone en rojo le recito el "Monólogo de Segismundo". Luego estiro el brazo, abro la mano y espero la paga. Aclararé que un billete menor a 1000 mangos no recibo. ¿Lo ves o no lo ves?

Le digo la verdad: que no lo veo. Me afirmo en la idea del malhumor social, del loquero de las calles, el apuro de todos y también que -hilando fino- no advierto una gran predilección popular por don Pedro Calderón de la Barca, sumado a que el monólogo, encima, es largo.

-Podría acortarlo -dice y luego inspira hondo por la nariz, deja caer los párpados y recita el final con una voz glacial y estentórea-: ¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión / Una sombra, una ficción / Y el mayor bien es pequeño / Que toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son".

Ha recitado el final del "Monólogo de Segismundo" con los ojos cerrados, tal como cantaba el Chango Nieto. Cuando dice la última línea espera algo, un aplauso de la concurrencia, pero los parroquianos del bar están cada uno en la suya y yo soy el único espectador.

Le digo que vaya y le haga la misma pregunta a Judas. Se queda tildado.

-Al tipo que era el Judas de las Estampas -le aclaro-. Está todas las mañanas parado sobre San Lorenzo, a pasitos de España. Después de Vilanova y Tito Ballent, que en paz descansen, es el tipo más saludador del pueblo. Te saluda, te hace que te limpia el vidrio y listo, su paga casi siempre la recibe. A él le funciona. Probá y después me contás.

Se levanta, esta vez me toca invitar los cafés. Sabemos que si hay una cosa que los poetas hacen a la perfección es el gran amague de la mano al bolsillo donde guarda la billetera.

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